Imagina por un momento que estás echando un vistazo a los libros de una librería, buscando alguno que te llame la atención, y de pronto encuentras uno que parece defectuoso: en la portada figura la contraportada, y viceversa. El lomo está donde no debería y las primeras páginas aparecen al final. Parece extraño, pero no lo es. Tienes ante tus manos un error creado a propósito por Erik Kessels, un artista y autor holandés para quien los defectos pueden convertirse en éxitos rotundos, siempre y cuando sepamos aprovecharlos. En su trabajo ‘¡Qué desastre! Cómo convertir errores épicos en éxitos creativos’, Kessels demuestra que es posible reconducir nuestros fallos para convertirlos en potenciales triunfos.

 

“Este libro está dedicado al arte de equivocarse”, cuenta Erik Kessels. A lo largo de las páginas del libro, el autor recoge decenas de ejemplos de errores sonados en el diseño, la arquitectura, el marketing y otros campos en los que alguien pasó a la historia por haber estado despistado mientras hacía su trabajo. A partir de ahí, expone cómo cada metedura de pata consiguió sobrevivir e incluso inspirar a otros a repetir la misma fórmula, fallo incluido.

 

Geniales accidentes

“Simplemente porque algo no se ajuste a su objetivo original, porque los cálculos iniciales se desvíen unos centímetros, no significa que el resultado (imprevisto) no vaya a desembocar en algo que roce la genialidad”.

Según explica Kessels en ¡Qué desastre!, hasta el error más olvidable puede acabar cambiando la historia y un buen ejemplo de ello lo llevamos muchos a día de hoy en nuestros bolsillos. En los años noventa, Apple lanzó una PDA (una especie de agenda electrónica de bolsillo), la Newton, que pasó sin pena ni gloria y fue descontinuada. Sin embargo, fue el germen de un producto que llegó catorce años después y que supuso una gran revolución: ¿te suena el iPhone?

 

La Coca-Cola o el marcapasos fueron inventados en un contexto similar: errores que dieron paso a algo inesperado que se convirtió en un éxito. La Coca-Cola nació en un entorno farmacéutico como un jarabe para los problemas digestivos que además aportase energía, y aunque no tuvo mucho éxito con esos fines, poco después se convirtió en un éxito de ventas descomunal como bebida refrescante. El resto de la historia de esta multinacional ya lo conocemos. El marcapasos, por su parte, fue creado como un dispositivo para grabar las pulsaciones cardíacas con el simple propósito de obtener más información sobre el órgano, pero un mal diseño hizo que el circuito emitiese un pulso de ondas eléctricas intermitentes en lugar de limitarse a registrarlo: alguien se dio cuenta de que el marcapasos podía usarse para controlar el latido del corazón. Una casualidad que ha terminado salvando millones de vidas.

 

Los ejemplos demuestran que no debemos venirnos abajo cuando un producto nos salga mal. ¿Qué motivo hay para desanimarse cuando seamos nosotros quienes metamos la pata? Incluso en las peores ejecuciones, siempre hay un elemento que podemos rescatar o un nuevo punto de vista que nos puede resultar útil, para ahora o para el futuro.

 

Contra las normas

“Juegue con las suposiciones, haga que la gente tenga que mirar y pensar dos veces. La verdad solo existe para cuestionarse y ponerse a prueba”.

Los profesionales creativos suelen ser conocidos por su predisposición a desafiar a los demás, pero también a sí mismos. Para hacerlo, suelen recurrir a las ambigüedades, al juego de la confusión o a realizar creaciones que necesiten de varios vistazos para entender todas sus aristas y sean, por tanto, mucho más memorables y únicas.

 

Kessels utiliza el ejemplo de la aplicación Photoshop, la herramienta de edición gráfica y fotográfica de Adobe, es uno de los productos más populares del mundo para eliminar “imperfecciones”: aquello que no nos gusta de nuestro cuerpo, el tipo que se coló en el fondo de una fotografía y la arruinó, o el tendido eléctrico inoportuno que estropea la panorámica de un paisaje asturiano. Sin embargo, se le puede dar la vuelta a ese uso y utilizarse, por ejemplo, para magnificar y desarrollar las imperfecciones, tal como hace el artista Lucas Blalock, que crea imágenes abstractas y surrealistas a partir de esas imperfecciones en lugar de camuflar sus taras.

 

Historias más allá de la original

“Lo perfecto y lo bueno no son compatibles. ¡Líbrese de la tiranía de la perfección! ¡No se rinda!”.

Para las profesiones creativas, cada supuesto fallo, cada imprecisión, cada resultado lejos de las expectativas puede convertirse en oro si se aprende a canalizarlo y a tener el suficiente ojo como para detectar la oportunidad. Si en lugar de obsesionarte con buscar la perfección inmediata dejas que tus errores evolucionen, es posible que allí encuentres un resultado final muy superior, aunque te salgas de la norma y no hagas lo que se espera de ti, o lo que tú esperas de tus resultados.

 

Kessel lo ilustra con la historia de un fotógrafo amateurs, propietario de un perro con pelaje negro azabache. Para los fotógrafos aficionados, una de las variantes más complicadas de dominar es la fotografía de objetos muy oscuros, donde la falta de reflectividad impide ver con claridad los detalles y las texturas. En el caso de este fotógrafo, almacenó decenas y decenas de fotografías que intentó hacer al animal durante años… sin éxito. Solo al final de la vida del perro lograron hacerle una foto en la que se le podía distinguir: una foto absolutamente sobreexpuesta, pésima desde el punto de vista técnico, pero muy simbólica desde el punto de vista emocional de quien conocía la historia de esa foto.

 

Aquel hombre no logró hacer una sola foto decente de su perro, pero todas esas fotos malas (todas las oscuras y la sobreexpuesta final) cuentan una historia muy emotiva que salió de los errores de un fotógrafo amateur en apuros. Lo tradicional hubiese sido desechar las fotos demasiado oscuras y buscar desde el principio la imagen perfecta, pero hubiese contado una historia mucho más aburrida y fácil de olvidar.

 

Deja de complicarte

“Juegue con lo ordinario y conviértalo en extraordinario. No se preocupe por lo que está destruyendo, piense en lo que está creando”.

Si pensamos en escenarios donde se busque acercarse a una casi forzada perfección, quizás nos vengan a la cabeza, entre otros, los posados a las puertas de un evento con el photocall de fondo. Precisamente el propio Eric Kessels, autor de este libro, vivió en uno de ellos un error convertido en éxito creativo: mientras posaba frente al photocall de un evento, una de las láminas se desmoronó y cayó sobre su propia cabeza. Fue accidental, pero Kessels, en lugar de tratar de camuflarlo o solucionarlo, se dejó la lámina sobre su cabeza y posó como si nada. Ese “error” hizo el momento mucho más notorio y memorable que si nada hubiera pasado, o que si Kessels hubiese tratado de arreglar el panel antes de seguir posando.

 

Es muy habitual pretender resolver problemas con soluciones muy complejas, como si nos exigiésemos a nosotros mismos reinventar la rueda constantemente, cuando en realidad seguramente nos hagan falta soluciones bastante más sencillas para poder continuar. De hecho, uno de los principios del diseño es KISS (Keep it simple, stupid!, algo así como “no lo compliques, estúpido”) y bien puede aplicarse a cualquier ámbito profesional. Querer complicar demasiado el propio trabajo es a menudo una de las prácticas más perjudiciales de los profesionales. No es necesario dar vueltas y vueltas en busca de soluciones de ingeniería: quizás solo haga falta apostar por lo sencillo. Aplica este precepto a tu flujo de trabajo, en la medida de lo posible y adáptalo como consideres oportuno. De esta manera, es posible que logres mejores resultados en menos tiempo.

 

¡Qué desastre! Cómo convertir errores épicos en éxitos creativos es pura inspiración para quien no acostumbra a romper las normas por convencimiento o para quien teme hacerlo porque cree que fuera de la senda marcada solo hay equivocaciones que merecen ser olvidadas. Todo lo contrario: los errores pueden ser un primer paso para desencadenar algo mucho más grande. Recuerda que la Torre de Pisa está inclinada porque alguien estimó que, para tenerla en pie, bastaba con dedicar tres metros para los cimientos. Su popularidad actual sería impensable estando recta. No te agobies por tus errores y aprende a sacarles partido.

 

Fuente: Welcometothejungle.com

 

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